El fin de la emergencia cinegética en Lleida no detiene la lucha contra la plaga de conejos.
Durante más de dos años, los cazadores han sido pieza clave en una lucha silenciosa pero crucial: contener la alarmante superpoblación de conejos en el llano de Lleida. La emergencia cinegética, activada el 23 de marzo de 2023, finaliza hoy, pero el problema está lejos de resolverse.
Lejos de relajarse, las autoridades catalanas ya trabajan en un nuevo Plan de Control Poblacional (PCP), un sistema más ágil y quirúrgico que permitirá seguir cazando donde sea necesario para evitar daños mayores en cultivos. Y es que, solo en el primer trimestre de este año, se han registrado más de 2.000 parcelas agrícolas afectadas por fauna salvaje, siendo los conejos y jabalíes responsables del 75% de los destrozos.

Los cazadores, lejos de actuar por deporte, han sido en este caso una herramienta imprescindible para el equilibrio entre el campo y la fauna. Desde 2020 hasta hoy, se han abatido más de 1.400.000 conejos, cifras que demuestran tanto la magnitud del problema como la efectividad de las batidas.
El origen del descontrol se atribuye a la disminución de depredadores naturales como el zorro, lo que ha dejado vía libre a los conejos para expandirse y causar daños enormes en cultivos de cereal, fruta y viña. El conejo ha pasado de ser una especie menor a convertirse en una auténtica amenaza para el sustento de muchos agricultores.
Lejos de ser una medida radical, la caza ha sido la única solución eficaz hasta ahora. Se calcula que con más de 50 conejos por kilómetro cuadrado ya se considera superpoblación, y en el llano de Lleida se han superado esos niveles con creces.
El nuevo PCP que se encuentra en fase de consulta pública servirá para anticiparse a futuras crisis y mantener a raya estas poblaciones sin esperar a que se dispare el número de denuncias. Gracias a la colaboración entre administración y cazadores, se pretende actuar antes de que el daño sea irreparable.
La voz del campo lo tiene claro: sin cazadores, no hay control posible. Esta situación demuestra, una vez más, que la actividad cinegética es mucho más que una tradición rural. Es una necesidad ecológica y económica.