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Caza y Sociedad

Un juzgado obliga a pagar a los herederos de un cazador fallecido el cual hirió accidentalmente a otro por una bala que reboto.

abril 16, 2025

El juzgado falla a favor de un cazador herido por un disparo accidental, exonerando a la organización de la montería

Una montería en Ciudad Real se convirtió en una tragedia para uno de sus participantes, quien resultó gravemente herido al recibir un disparo que le alcanzó en ambas piernas. El suceso ocurrió en una finca donde varios cazadores compartían su afición, pero la imprudencia de uno de ellos, que disparó de forma indebida, causó un daño irreparable.

La bala, aunque se presume que rebotó, impactó en el cuerpo del afectado. El responsable del disparo falleció posteriormente, pero la responsabilidad legal no se extinguió. La justicia ha dictado ahora una sentencia que marca un precedente importante: condena tanto a la aseguradora del cazador como a sus herederos a indemnizar al herido con cerca de 100.000 euros.

El tribunal ha considerado que, incluso si hubo rebote, ese riesgo forma parte del ejercicio de la caza y puede evitarse con un comportamiento diligente. Por tanto, no cabe hablar de accidente imprevisible, sino de una clara imprudencia por parte del autor del disparo.

Un punto muy relevante de la sentencia es que exime por completo a la empresa organizadora de la montería. El juzgado ha reconocido que dicha empresa actuó conforme a la normativa: distribuyó las instrucciones por escrito, asignó los puestos con criterio y colocó incluso elementos de seguridad adicionales. Por eso, la demanda contra ella fue desestimada.

El herido ocupaba un puesto perfectamente delimitado. El cazador que disparó lo hizo contra la norma de no tirar “a la contra”, y esa acción fue clave para que ocurriera el accidente. Este comportamiento, contrario a las reglas básicas de cualquier batida bien organizada, derivó en lesiones muy graves para su compañero, que desde entonces enfrenta secuelas físicas y psicológicas.

La indemnización reconoce no solo las lesiones sufridas, sino también los ingresos que el afectado dejó de percibir durante su larga baja médica. Se suman además los costes asociados al tratamiento, desplazamientos y apoyo familiar durante la recuperación.

La sentencia, en resumen, subraya una verdad fundamental para todos los que disfrutamos de la caza: esta actividad requiere siempre la máxima responsabilidad. La justicia ha confirmado que cuando se cazan con respeto las normas y la seguridad, las organizaciones quedan protegidas. Son los actos individuales los que generan consecuencias.

Este caso recuerda a todos los cazadores que la prudencia en el monte no es solo una cuestión de ética, sino también de ley. Y que, incluso en los momentos de mayor emoción, la disciplina es lo que garantiza que todos volvamos a casa.


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